Cuando, para limitar aglomeraciones, ordenaron cerrar los centros comerciales, pero no los mercados cantonales, infinitamente más concurridos y aglomerados, nadie protestó por esta inequidad contra “los ricos”. Cuando cerraron los supermercados, pero no las tiendas de barrio nadie protestó por este segundo golpe. Pero cuando a saber quién malinterpretó que un “picop” de tomates o lechuga no era, como la Coca-Cola, un transporte de alimentos permitido, de inmediato saltaron quienes sin mayor investigación o propuesta se rasgaban las vestiduras trayendo a colación hasta a la antigua “United Fruit” desaparecida antes del nacimiento de la mayoría de nuestros ancianos. En lugar de criticar justificadamente una mala ejecución apareada a una comunicación insuficiente y excesivamente centralizada, vieron, como ven en todo lo que no les parece, un macabro plan de los enemigos del pueblo, llegando algunos no ya a justificar, sino a aplaudir la posibilidad de violencia. No es falta de inteligencia claro, es la magnitud de su predisposición a asirse de cualquier situación que refuerce sus pensamientos emocionales preconcebidos. Ira paranoica. Irracional.
Para terminar de caer mal a todos, nivelo la carga ideológica de este comentario.
A algunos en el lado opuesto del espectro político les pasa lo mismo con el Coronavirus. Niegan la realidad, Primero que el virus no era nuevo, luego que era solo gripa, después que casi no mataba a nadie y ahora que los muertos son falsos. Se aferran a cualquier pequeño indicio, posibilidad de cura o rara opinión que parezca reforzar sus pensamientos y descartan a todo reconocido experto que los contradiga. Ven como inaceptable cualquier reducción temporal a la libertad individual, aunque la alternativa implique una alta posibilidad de dañar a otros. Los más lunáticos ven oscuras conspiraciones para mantenernos atemorizados o para reducir la población –asunto, cabe señalar, en el cual concuerdan con los “izquierdos”. Otros, un poco más “moderados”, con una ligereza increíble, acusan a consejeros, de un delito descomunal: exagerar y falsear información intencionalmente con el único propósito de mantener o prolongar sus honorarios. trayendo a colación y cuestionando hasta la integridad del Dr. Anthony Faucci quien nada tiene que ver con lo dispuesto en Guatemala. Ira paranoica. Irracional.
Soy humano y en ocasiones he hablado cegado por la ira, lo cual me avergüenza, pero es injustificable y triste ver que quienes por suerte o merito tienen el privilegio de contribuir a formar la opinión de otros y que son llamados a ser racionales y objetivos en esta crisis, se dediquen a dar opiniones para engrandecerse, para colocarse como moralmente superiores a quienes opinan diferente, para apoyar solapadamente a un partido político, sentirse líderes, o como ya señalamos, mostrar su incapacidad para aceptar la existencia de personas desinteresadas, que con conocimientos y honesta convicción, defienden ideas diferentes a las suyas.
Enrique Maza Z. Guatemala, 18 de mayo 2020.