Ya tenemos tres poderes. ¿Para qué más? Y si con ese cuarto no resolvemos ¿pediremos un quinto? No necesitamos más leyes ni más instituciones, sino gente honrada y el cumplimiento de las buenas leyes que tenemos. Muchos piensan así, y a esos les pregunto: Entonces ¿porque la CICIG?
Cuando en Octubre del año pasado escribí “La corrupción tiene solución” y no encontré quien lo publicara, sabía que convencer a otros de la necesidad de un cuarto poder era una quimera, pero después de los efectos del caso “la línea” expuesto por la CICIG y el MP en Abril, los argumentos deberían de salir sobrando. Tras siete años de espera, la CICIG al fin decidió investigar un caso de corrupción. Al hacerlo demostró, en la práctica, el tremendo potencial reformador que podría tener una institución ajena a los poderes políticos y dedicada a combatir la corrupción. Aunque considero que ahora debería ser obvia la necesidad y la efectividad que una institución o poder como el propuesto tendría para romper el círculo de la corrupción, creo válido argumentar a favor de un cuarto poder, evitando entrar en profundidades o sofisticaciones que solo nublan la visión.
¿Qué es la corrupción? Resumidamente, un tipo de robo. ¿Por qué combatirla? Porque todo robo destruye la cooperación social, base de la riqueza humana, y además es causa de conflictos, inseguridad y muerte. ¿Por qué robamos? Por todas las complicadas razones que actuamos los humanos: ambición, necesidad, venganza, amor y otras muchas más que los sociólogos, psicólogos, filósofos y teólogos pueden explicar, pero principal y sencillamente, porque podemos. Cuando nos encontramos ante dos caminos para obtener lo que queremos, y el fácil viola principios morales, no todos optarán por el difícil. Lo que hace la verdadera diferencia para cualquiera en esa encrucijada es la alta o baja probabilidad de ser descubierto y castigado, sea por su madre, por un juez o por el Creador. Lo único que realmente detiene a la corrupción es la existencia, percibida, de una alta probabilidad de ser expuesto y condenado. Por eso es simplemente lógico y efectivo crear organismos dedicados a reducir al mínimo la posibilidad de robar sin ser detectado. Cualquier responsable de supervisar el desempeño de otros lo sabe bien.
Pero ¿qué pasa con la policía, los fiscales y los jueces, no es para eso que tenemos gobiernos? ¿No por eso se ideó separar en tres los poderes públicos? Pues… no. El andamiaje de justicia se ideó para perseguir el crimen ajeno al gobierno, no el interno, y vale decir, funciona relativamente bien en la mayoría de países cuando no se mezcla con la corrupción. En nuestro país delegamos la investigación a una entidad autónoma y distante del poder del electorado, a mi juicio un grave error. Sobre el porqué de la existencia de los gobiernos hay varias teorías, prefiero la de que el gobierno se crea para preservar los derechos de sus ciudadanos. La famosa separación de poderes, no siempre en tres, y no tan claramente separados en todos lados, separación complicada y a veces destruida en nuestra era por las organizaciones partidarias, se ideo como un freno a la tendencia de los gobiernos a evolucionar hacia regímenes opresivos. Sin duda un asunto de mucha importancia y de eterna actualidad, pero no muy relacionado a la corrupción que nos atañe. El resultado de la omisión en la teoría, y consiguientemente en la práctica, de un control anticorrupción específico, es el nivel de corrupción que vemos en todos los países. Más en unos que en otros, pero en todos.
Si la solución es tan obvia ¿Por qué nadie más la menciona? Posiblemente porque como sucede a menudo, no vemos lo obvio hasta que alguien nos lo señala, y los lectores de este sitio no son muchos, aunque hacemos lo posible para divulgar y completar la idea, esperando que así adquiera credibilidad y peso. En próximos artículos le entraremos a lo más controversial y difícil de diseñar y vender: las opciones para lograr que ese cuarto poder pueda resistir, a través del tiempo, el constante asalto de los corruptos y las falencias de los débiles.